# HISTORIA DE VIDA – DIEGO OSTINELLI. EXPEDICIÓN KAWESQAR A PURA PATAGONIA

Navegar por aguas desconocidas para llegar a los fiordos del pacífico sur, no lo amedrentó pese a no se kayakista profesional. Diego Ostinelli – abogado, de oriundo de Tandil pero comodorense por adopción- se lanzó a la aventura de conquistar su propio sueño. Junto a Ignacio Moreno Hueyo, compañero de viaje, la llamaron “Expedición Kawesqar” y les permitió durante cuatro meses conocer lugares espectaculares. “Escenarios salpicados de bosques, glaciares, cascadas, témpanos, lobos, toninas, orcas, gran variedad de aves y paisajes realmente increíbles pero totalmente desolados”.
Expedición Kawesqar. “La llamamos así en homenaje a los habitantes originarios de la Patagonia austral chilena, un pueblo nómada que recorría en canoas los canales y fiordos del pacifico sur” explica el Dr. Diego Ostinello, un novel abogado de 32 años que conjuga trabajo y pasión por la aventura. El viaje realizado a remo, duró cuatro meses, desde diciembre de 2013 a marzo de 2014. Diego cuenta que el ideólogo fue su amigo Ignacio Moreno Hueyo, quien quería conocer la Patagonia trasandina del Pacifico sur, consciente de los paisajes únicos que allí se esconden. “Él venía de recorrer gran parte del Amazonas en una curiara, una canoa india. En cuanto supe que se proponía recorrer los canales y fiordos que bordean el campo de hielo sur en un kayak para dos personas me ofrecí de acompañante” relata el novel abogado, sin experiencia en el deporte de remo.
La expedición
Partieron los primeros días de diciembre de 2013 desde Cochrane, allí comenzaron a remar por el caudaloso río Baker hasta Caleta Tortel. Con un kayak de 7,15 mts de eslora, 100 kg de comida, una lona de camión para cubrirse de la lluvia, un par de bolsas de dormir y todos los elementos de seguridad exigidos en la requisitoria del almirantazgo chileno, partieron. Diego cuenta que durante el viaje se fueron dando muchísimas situaciones “Estuvimos varios días en Caleta Tortel, un lugar único por su geografía, por sus pasarelas que comunican a los pobladores ya que no hay calles ni veredas en esta comuna a orillas del pacifico. Allí conocimos a un pescador, Juan, quien nos alojó en su casa y nos fue dando valiosísima información acerca de la navegación por los fiordos, los pasos que convenía tomar, las lanchas que por allí navegan, una serie de datos que en ningún lugar podríamos haber obtenido, y nos consiguió un pase en un barco que llevaba gente y provisiones hasta Puerto Edén; otro peculiar pueblo al sur del Golfo de las Penas, lugar donde gracias a la gentileza de algunos pescadores también obtuvimos valiosa información acerca de la navegación por los fiordos y canales. Con el permiso de navegación en mano, comenzamos a remar. “A partir de allí la cosa cambiaba –advierte- sin pueblos por delante donde abastecernos o descansar, hasta el fin del viaje en Puerto Natales debíamos ser auto suficientes”.
Los días en los fiordos fueron muy particulares, la falta de sol y las nubes crean una atmósfera lúgubre, “Se siente una sensación de tristeza constante, de soledad, lo cual contrasta con los espectaculares escenarios salpicados de bosques, glaciares, cascadas, témpanos, lobos, toninas, orcas, gran variedad de aves y paisajes realmente increíbles pero totalmente desolados”.
“Dormir al pie del glaciar fue realmente espectacular”, recuerda Ostinelli en referencia al glaciar PEEL, uno de los más impactantes recuerdos que conserva. “Llegar allí fue el resultado de palear días entre apretados témpanos que amenazaban con destruir el kayak a cada momento, un lugar remoto, rodeado de cascadas y decenas de glaciares.
En el medio de la nada
Los fiordos no son un buen lugar para la pesca dicen los conocedores, por la mezcla de agua dulce con agua salada, explica Diego. Por suerte no improvisaron y los 100 kg de comida no perecedera que llevaban a bordo fueron suficientes para culminar la travesía. “Los fiordos chilenos tienen uno de los mayores índices de precipitaciones del mundo, inhóspitos y lúgubres paisajes en la más remota soledad, y decenas de los más espectaculares glaciares como el Pio XI, Amalia, Falcón, Exmouth, Brujo, Pil, Calvo, etc. No sabría decir la cantidad exacta de días que remamos, unos 30 aproximadamente, sin descanso”. Era tiempo de volver a destino. “La suerte fue grande y un barco que remolcaba pequeñas lanchas nos permitió cargar el kayak y llevarnos en un solo día hasta Pto. Natales”.
Antecedentes en el remo
Diego no es kayakista profesional, al momento de lanzarse al desafío de esta travesía sobraba coraje y entusiasmo. “Elegimos el kayak porque se presentó como el mejor medio a nuestro alcance para recorrer el lugar. Hoy trato de ir aunque sea una vez por semana a remar, me sirve como terapia, sin dudas es una válvula de escape. Comodoro tiene un mar increíble” afirma y admite que nunca tomó clases, aunque debería haberlo hecho, por seguridad especialmente. En aquel entonces, antes de la gran aventura, realizaron prácticas en el Río de la Plata, Delta del Paraná y eso les sirvió para sumar conocimientos. Fueron cinco años de remo por los canales del Delta del Paraná, mientras organizaban el viaje a los fiordos y conseguían los elementos de seguridad que exige el almirantazgo chileno. “El kayak te permite – en silencio- llegar a lugares de difícil acceso y que en la Patagonia abundan”.
Diego Ostinelli tiene 31 años, se desempeña como abogado civil, ha logrado conjugar su trabajo con la pasión por la aventura. Asegura que en el futuro tiene previsto regresar a los fiordos y encarar un nuevo desafío. Recientemente junto a un grupo de colegas realizaron el descenso del Rio Senguer; “un recorrido de 25 km, y con un gran quórum”.